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Cómo nos afecta el humo de los incendios forestales y qué podemos hacer

La exposición crónica a incendios forestales más duraderos y frecuentes podría tener graves efectos en nuestra salud, desde los pulmones hasta los riñones, el hígado, el cerebro y el corazón.

El sol se eleva sobre el brumoso horizonte de Nueva York. El humo de los incendios forestales canadienses está cubriendo el noreste de EE.UU., volviendo el aire acre, el cielo gris amarillento, y provocando advertencias para que las poblaciones vulnerables permanezcan en el interior.
 FOTOGRAFÍA DE SETH WENIG, AP PHOTO

El 6 de junio de 2023 por la noche, la ciudad de Nueva York registró una de las peores calidades del aire del mundo. La contaminación era el resultado de la dispersión del humo de los incendios forestales de Canadá, que puso a millones de personas bajo alerta por la calidad del aire.

Según un estudio publicado en el Journal of the American Heart Association, el humo de los incendios forestales contiene diversos gases y partículas procedentes de materiales que alimentan el fuego, como ozono, monóxido de carbono, compuestos aromáticos policíclicos, dióxido de nitrógeno y partículas, contaminantes relacionados con enfermedades respiratorias y cardiovasculares.

Cuando una persona sana respira aire teñido de humo procedente de los incendios, puede sentir escozor en los ojos y, al toser, tener problemas para recuperar el aliento. Pero aún no está claro qué le ocurre a ese mismo individuo cuando respira aire cargado de humo durante periodos prolongados cada año.

«Antes la gente se exponía una o dos veces en la vida», dice Keith Bein, científico atmosférico de la Universidad de California en Davis. «Ahora ocurre cada verano y durante más tiempo».

En Estados Unidos, la calidad del aire se mide en una escala codificada por colores conocida como Índice de Calidad del Aire (ICA), que se estableció en 1977 como parte de la Ley de Aire Limpio. El ICA, que va de 0 a 500, se divide en seis categorías, de buena a peligrosa. Su escala mide los niveles de cinco contaminantes principales: ozono troposférico, monóxido de carbono, dióxido de azufre, dióxido de nitrógeno y partículas.

Los organismos estatales y locales de las ciudades de más de 350 000 habitantes están obligados a informar diariamente de estos niveles. Los contaminantes se miden tanto con instrumentos en tierra como con satélites que recogen constantemente información sobre lo que hay en la atmósfera, incluidas las partículas procedentes de los incendios forestales.

Estelas de humo de un incendio en un bosque de Alaska. El cambio climático y la mala gestión de los bosques han hecho que los incendios forestales sean mayores y más frecuentes en la última década.
 FOTOGRAFÍA DE MARK THIESSEN, NAT GEO IMAGE COLLECTION

Impacto en el cuerpo humano

«El humo de los incendios forestales es un tipo muy complejo de contaminación atmosférica», afirma Sarah Henderson, científica de salud ambiental de la Universidad de Columbia Británica (Canadá). «Contiene muchos gases diferentes, y la composición de esas pequeñas partículas puede variar mucho en función de lo que se esté quemando y de la temperatura a la que se esté quemando».

Las partículas de 2,5 micras de diámetro, también llamadas PM 2,5, son especialmente preocupantes. Esas pequeñas partículas, y otras aún más pequeñas, son capaces de penetrar profundamente en los pulmones de una persona. Henderson dice que el cuerpo responde liberando las mismas células inmunitarias que desplegaría para atacar un virus. Sin embargo, a diferencia de un virus, las partículas no se descomponen con esa respuesta inmunitaria y provocan una inflamación duradera.

«Esa inflamación afecta a los pulmones, los riñones, el hígado y, probablemente, el cerebro», explica Henderson.

Los incendios forestales son una amenaza creciente para la salud, y Henderson dice que se necesitan más pruebas para demostrar exactamente cómo el humo de los incendios forestales afecta a los órganos después de la exposición a largo plazo.

«No tenemos una idea clara de cuáles son los efectos sobre la salud del feto, pero la inflamación sistémica de una mujer embarazada puede afectar al feto», añade Henderson.

Cuando el humo de los incendios forestales penetra en las vías respiratorias, las diminutas partículas que contiene (unas 30 veces más pequeñas que un cabello humano) pueden alojarse en lo más profundo de los pulmones y lesionar su revestimiento. El cuerpo se pone en marcha para expulsar a los invasores extraños, desencadenando reflejos espontáneos como la tos, que ayuda a los cilios, los pequeños pelos que recubren las células de las vías respiratorias, a expulsar las partículas.

Pero las células inmunitarias no pueden descomponer las partículas, lo que las obliga a esforzarse más para derrotarlas, con el consiguiente aumento de la inflamación, explica Stephanie Christenson, profesora adjunta de neumología de la Universidad de California (UCLA) en Estados Unidos.

La inflamación puede ser positiva para combatir a los invasores. Pero Christenson afirma que es especialmente peligrosa para quienes padecen afecciones subyacentes como asma o EPOC, ambas caracterizadas por la inflamación. Una mayor inflamación puede agravar estas enfermedades. «Se trata de un equilibrio muy delicado antes de pasarse», afirma.

Con estas enfermedades, puede resultar más difícil hacer llegar el tan necesario oxígeno al resto del cuerpo. Cuando el oxígeno entra en los pulmones, se dirige a los alvéolos (pequeños sacos de aire que forman una fina barrera entre el aire y la sangre) y pasa a la sangre en los capilares. Cuando el cuerpo está luchando contra una amenaza, esos alvéolos pueden llenarse de mucosidad, de modo que el aire no puede pasar a través de ellos, explica Christenson. Esto también dificulta que el cuerpo elimine el dióxido de carbono, lo que también puede causar dificultad respiratoria.

Hay indicios de que las propias partículas pueden atravesar esa barrera en los capilares, entrar en el torrente sanguíneo y provocar una respuesta inflamatoria en todo el organismo.

Aunque los problemas respiratorios pueden ser la respuesta más aguda a la inhalación de humo, otros son menos evidentes. En 2018, un estudio publicado en el Journal of the American Heart Association descubrió que el humo de los incendios forestales de 2015 que calcinaron más de 3600 kilómetros cuadrados de California se asoció con problemas cardiovasculares y problemas con el flujo sanguíneo al cerebro en 361 087 visitas al servicio de urgencias entre el 1 de mayo y el 30 de septiembre.

Karol Watson, catedrática de Cardiología de la Facultad de Medicina David Geffen de la UCLA, lo relaciona con la proximidad del corazón y las arterias coronarias a los pulmones. Watson formó parte de un equipo que realizó un estudio de 2016 publicado en The Lancet que analizó los efectos de diversos contaminantes en seis ciudades de Estados Unidos y descubrió un vínculo entre los altos niveles de contaminación atmosférica y las enfermedades coronarias.

Las condiciones subyacentes vuelven a ser especialmente preocupantes cuando se trata del daño que el humo de los incendios forestales puede infligir al corazón, afirma Watson. Los infartos de miocardio se producen cuando se rompe la placa que se acumula en las arterias y, aunque Watson afirma que los investigadores no creen que las partículas provoquen esta acumulación, sí pueden desestabilizar la placa existente, provocando su rotura.

También hay indicios de que la contaminación atmosférica puede desencadenar ritmos cardiacos irregulares, dice Watson, aunque se sabe menos sobre por qué puede ocurrir.

Posibilidad de agravar las infecciones

Según los Centros de Control de Enfermedade (CDC) estadounidenses, la exposición al humo de los incendios forestales puede impedir que una persona combata enfermedades respiratorias como la COVID-19.

«Una mayor contaminación atmosférica está asociada a efectos respiratorios y a que las personas sean más propensas a padecer enfermedades respiratorias», afirma Irva Hertz-Picciotto, directora del Centro Básico de Ciencias de la Salud Ambiental de la Universidad de California. «En la medida en que el sistema inmunitario está comprometido y no puede combatir los virus, la contaminación atmosférica lo agrava».

Un estudio publicado en la revista Environmental International descubrió que la exposición al humo de los incendios forestales en verano se correlacionaba con un número de casos de gripe entre tres y cinco veces mayor a finales de año.

Tarik Benmarhia, científico de salud ambiental de la Universidad de California, señala que las mismas poblaciones de personas que eran más vulnerables a enfermedades como la COVID-19 (aquellas con bajos ingresos, condiciones preexistentes y poco acceso a la atención médica) también pueden ser vulnerables a los impactos de los incendios forestales.

Un estudio de 2017 en el American Journal of Epidemiology descubrió que las personas mayores de raza negra que tienen más probabilidades de vivir en zonas urbanas, donde hay una contaminación persistente del aire, tenían más probabilidades de ser hospitalizadas por exposición al humo de incendios forestales.

Nuevas toxinas en el humo

Además de los efectos sobre la salud, descubrir qué es exactamente lo que la gente respira es también una preocupación emergente entre los científicos.

Antes, el humo de los incendios forestales se componía principalmente de los restos terrosos de ramas, maleza y árboles caídos, pero a medida que los incendios forestales arrasan cada vez más los suburbios, están quemando las pinturas sintéticas, las alfombras y los bienes de consumo que llenan los hogares. En los históricos incendios de California de 2018 ardieron 19 000 viviendas.

Bein dice que las muestras de humo de incendios forestales de los últimos cinco años muestran que a pesar de haber tantos compuestos en el humo que pueden identificar, son más los que no pueden.

«No creo que hayamos tenido la resolución en el lado de la exposición para ver cuáles son todos esos productos químicos y lo que sucede cuando se queman a temperaturas muy altas», dice Hertz-Picciotto, «ni entendemos cómo esos impactos en la salud pueden diferir.»

Cómo protegerse

Los CDC recomiendan permanecer en interiores para evitar el humo de los incendios forestales.

Los sistemas de calefacción, ventilación y aire acondicionado pueden ayudar a purificar el aire dentro de una casa, al igual que los purificadores de aire para una sola habitación.

«Si tienes una habitación que puedas mantener fresca, cierra las ventanas y las puertas, y utiliza un purificador de aire portátil con filtro HEPA», dice Henderson.

Es importante no aumentar la contaminación interior cocinando con gas, friendo alimentos, fumando o incluso pasando la aspiradora, dicen los CDC. Si te ves obligado a salir al exterior, los CDC también recomiendan llevar un respirador N95 bien ajustado a la cara: las mascarillas quirúrgicas COVID-19 y otros protectores faciales caseros no te protegerán del humo.

«Al fin y al cabo, no se puede hacer mucho», afirma Bein, que insiste en que la planificación a largo plazo debe intentar mitigar los incendios forestales. Las nuevas políticas sobre quemas prescritas y sobre dónde se pueden construir viviendas y qué características deben tener son soluciones que las partes interesadas deben abordar, afirma Bein.

«Creo que va a ser uno de los mayores retos de la humanidad», afirma. «No sólo los incendios forestales, sino todos los fenómenos extremos derivados del cambio climático. Estamos entrando en una nueva fase de la realidad que no podemos revertir».

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